Mil libros que leer antes de morir. Capítulo 39, "El Corazón Delator".
Mil libros que leer antes de morir.
Capítulo XXXIX, “El Corazón Delator”.
“I heard all things in the heaven and in the
earth. I heard many things in hell. How, then, am I mad?”
El Corazón Delator, Edgar Allan Poe
Corría el año de 1996 cuando su servidor
cursaba el quinto semestre de la prepa y, en uno de esos breves ratos de ocio
que ocurrían al final de la semana, fui invitado junto con otros de mis gratos
compañeros (sarcásticamente hablando) al auditorio de mi escuela, la entonces
llamada CUDEC, Centro Universitario de Estudios Contemporáneos, a presenciar
una obra de teatro. En la misma participaba como protagónico mi entonces amigo
Luis Alberto y con su magnífica interpretación, bien asesorado por nuestro
profesor de teatro, dio una magistral presentación por la que recibió una
calurosa ovación al final.
Ese fue mi primer contacto en vivo con una
adaptación de Poe, con uno de sus clásicos de horror y misterio, El Corazón
Delator (The Tell-Tale Heart, en inglés), cortesía de mis compañeros de
colegio. La misma no careció de polémica, no por el tema que presentaba, del
que comentaré más adelante, sino por un detalle no menor que a los estándares
modernos tan falsamente “moralistas” tildarían de “políticamente incorrecto”,
cuando menos, si no es que hasta de maltrato animal ya que, en una de las
escenas mi compañero dispone para efectos dramáticos de la interpretación, de
un pollito.
Así es, un animalito que murió en escena para
efectos dramáticos, por “amor al arte”, asunto por el que fue en su momento
criticado por su servidor. Un asunto que en esta época sería tildado hasta de snuff;
¡ni qué decir bajo los estatutos legales imperantes actuales en nuestro país!
Pero, en fin, no es como que en el mismo se
lleve a cabo un religioso respeto por las normas, empezando por los mismos
ciudadanos y llegando hasta las autoridades, supuestos guardianes del orden que
a menudo se prestan a las mismas corruptelas que tanto cacarean castigar para
mantenimiento y “respeto” del orden y la ley…
Sin embargo, por extraño y hasta sádico que
resulte, la metáfora es deliciosa: un inocente viejo infeliz (representado en
el pollito) que muere a consecuencia de los peligrosos delirios de un hombre
que supuestamente veía por su bienestar. Los diálogos, el soliloquio en
particular, resultan fascinantes pues son una ventana al deterioro mental
confundido con lucidez que desemboca en un cruento crimen.
Los personajes de Poe aun sin contar con un
nombre como en este caso, no lo necesitan: sus obras hablan por si mismas, y
estas a menudo van hilvanadas con un par de constantes que más adelante
explicaré. Y dichas constantes aparecen particularmente en sus historias de
horror y misterio, aquellas por las que el autor estadounidense es más
conocido.
La trama básicamente versa sobre un hombre
adulto que cuidaba a un anciano. Ambos llevaban una buena relación, si bien no
amistosa, si al menos respetuosa. Todo empieza a derrumbarse en la mente de
nuestro protagonista cuando este, en su delirio, siente un acoso obsesivo por
parte no del anciano en sí, sino de su ojo.
Ese maldito ojo que asemejaba al de un
buitre, era el motivo de su obsesión, de su delirio y de su empecinamiento en
deshacerse del ojo, foco de su obsesión, por cualquier medio posible.
Empecinado en llevar a cabo la macabra
empresa, busca llamar la atención cual pescador con sebo esperando
pacientemente su presa, con una linterna para iluminar la pupila de ese ojo,
objeto de su malsana atención… Y deshacerse del mismo.
Tras concretar la sangrienta tarea, dispone
del cuerpo de manera que nadie sospeche de él. Tras descuartizarlo, lo coloca
debajo del piso de su apartamento, para resguardarlo.
Pero lo único con lo que nuestro homicida
protagonista no contaba era una póliza que le asegurara el éxito, el pasar
desapercibido y salir airoso de su monstruosa acción. Es aquí donde entra en
juego una de las principales constante en los relatos de horror y misterio de
Poe: la culpa.
Llámesele culpa o conciencia, esta es el
cobrador al que al final todos habremos de rendir cuentas, queramos o no. Ese
mismo cobrador es el que acoso una y otra vez al protagonista, haciéndole caer
por el propio peso de sus acciones. Terribles, sí, pero que como toda acción
llevan en si mismas la semilla que habrá de germinar en una consecuencia; no
hay aquí fiscal al que pueda sobornarse.
Todo ello nos lleva a la otra constante en
las obras de horror y misterio del nativo de Baltimore, una a la que
irremediablemente todos habremos de encarar de diferentes formas, pero con el
mismo fin: la muerte.
Si bien el final es agridulce y resulta
confortante y no a la vez, es bien sabido que tanto en física como en
metafísica a toda acción le corresponde una reacción; por esa misma razón, las
obras de Poe en su sencillez resultan magistrales, prueba de que con poco se
dice no bastante, sino todo lo que es necesario decir.
“Was it
possible they Heard not? Almighty God! No! They heard! They suspected! They
knew! They were making a mockery of my horror!”
Tonatiuh
La Cañada, El Marqués, Qro. México. Martes 5
de noviembre de 2024.
Bibliografía:
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