Mil libros que leer antes de morir. Capítulo 38, "El Cuervo".
Mil libros que leer antes de morir.
Capítulo XXXVIII, “El Cuervo”.
“As of someone gently rapping, rapping at my
chamber door…”
El Cuervo, Edgar Allan Poe
La primera vez que escuché esta cita, fue
hace casi treinta años, cuando vi en el cine la adaptación de la tira cómica
“El Cuervo” (The Crow, en inglés), de James O’Barr citada por el
trágicamente finado Brandon Lee en la escena que ocurre al entrar el oscuro y
misterioso vengador, el asesino de asesinos, a la tienda de empeño de Gideon.
Nada que ver la tira cómica con el poema (sí, poema) de Edgar Allan Poe.
Pero la primera vez que escuché una cita de El Cuervo, una dramatización bastante fiel de hecho al material original fue… ¡En el primer capítulo de los Simpson de la casita del horror!
Por extraño o sarcástico que parezca, es
curioso como algunas adaptaciones que la mayoría desdeñan por no ser “tan
serias”, hacen ver que muchos juzgan el mensaje erróneamente por el medio; pasa
seguido con la animación, como en este caso. Y de las primeras temporadas de la
icónica serie de Matt Groening, cuando los Simpson, como decimos los Generación
X y Millennials, “eran chidos”.
Y hablando de concepciones erróneas que
ocurren con la mayoría de las personas, tal es el caso de El Cuervo, a
menudo confundido como novela de horror: nada más lejos de la verdad, pues se
trata de un poema. Uno bastante peculiar, pues la concepción popular asocia a
los poemas con el romanticismo…
En cierta forma, lo es; El Cuervo es una
maravilla literaria que, dentro de su brevísimo desarrollo, deja ver la
melancolía que provoca en el autor el amor de su finada doncella Lenore
(Leonora, en inglés). Y oscuridad nada más…
Pero el giro de trama (plot twist, como dicen
ahora) viene cuando instantes después, en su ensoñación, en el recuerdo de su
amada, una misteriosa ave, un cuervo, entra sin más a la habitación de nuestro
protagonista, para posarse encima del busto de Palas Atenea, que coronaba la
parte superior de su estudio. ¿De dónde ha salido semejante córvido
espeluznante? ¿Qué significa su presencia?
La respuesta parece presentarse, de nuevo, en
medio de las ensoñaciones del protagonista, bajo la forma de ángeles que
aromatizan con sus incensarios el nocturno aire lúgubre decembrino que describe
el autor. Pensaba entonces, que esto era señal divina, especia de pausa para
él, sosiego del recuerdo de su amor arrebatado por la muerte. A lo que el ave
responde de tajo, “nunca más”.
Enfurecido, el autor demanda la retirada del
ave, a su nocturno dominio del que ha emergido, sólo para escuchar de la
criatura, “jamás”.
¡Lúgubre visión! Una que lejos de confortar a
nuestro protagonista provoca en el mismo primero, una ira incontrolable y poco
después, desesperación por deshacerse del advenedizo pájaro que ha llegado a
turbar su alma, a azuzar el recuerdo de su amor perdido.
Ni los ángeles parecen acallar el constante y
repetitivo “nunca más” emitido por el ave, que recuerda al tormento que Prometo
sufriera por parte del águila que diariamente le torturaba, devorando su
hígado, sólo para que, al día siguiente, nuevamente le creciera y se repitiera
la misma y nefasta tortura.
¿Qué cómo concluye El Cuervo, dirán ustedes?
La respuesta es sencilla: no hay una conclusión satisfactoria o por lo menos,
no hay una conclusión “linda”, que podría esperar sólo un alma ingenua, pues el
dolor del recuerdo de la pérdida de un ser amado es una llaga que no sana, una
herida que nunca cierra, un trepidante tamborileo y repiqueteo de campanas que,
si bien a ratos se puede llegar a atenuar, la realidad es que ha llegado para
quedarse y no abandonarte nunca más…
“And my soul from that shadow that lies
floating on the floor, shall be lifted, nevermore!”
Tonatiuh
La Cañada, El Marqués, Qro. México. Martes 5
de noviembre de 2024.
Bibliografía:
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