Mil Libros que leer antes de morir. Capítulo 41, "La Máscara de la Muerte Roja".

 Mil libros que leer antes de morir.

Capítulo XLI, “La Máscara de la Muerte Roja”.

“No pestilence had ever been so fatal, or so hideous. Blood was its Avatar and its seal -the redness and the horror of blood”

La Máscara de la Muerte Roja, Edgar Allan Poe

    Hace cuatro años, como a mediados de marzo, el mundo entero recibió una noticia que al principio a varios nos tomó por sorpresa: una pandemia que se desató por doquier, poniéndonos sin saberlo (y tristemente muy a menudo, como pudimos comprobarlo) hombro con hombro con la muerte.

No ahondaré en esta reseña, pues no es esa la intención, en la pésima gestión realizada en torno a estos trágicos hechos a causa de la COVID-19 en mi país, México, por parte de mi gobierno; ni mucho menos en la imprudentísima manera en que frente a la misma se comportaron la mayoría de mis compatriotas.

Ironías de la vida: esta publicación tiene el mismo número de años con los que contaba su servidor cuando ocurrió esta tragedia mundial que habría de cambiar para siempre nuestra forma de vivir y de pensar.

Pero mi intención en estas publicaciones es la de compartir mi opinión, llena de fallas, pero también aciertos como cualquier punto de vista humano, respecto a los libros que considero han tenido un impacto en mi vida, como es el caso que nos ocupa, con esta joya de Poe: la Máscara de la Muerte Roja.

Tarde o no, es también para mi una forma de hacer catarsis, sobre la angustia, la incertidumbre y desesperación que se siente frente a un evento tal en el que tu vida y la de quienes amas, quienes están en torno a ti, está en peligro. En ese sentido, particularmente muchos de mis contemporáneos tanto más jóvenes como más viejos que yo, no dejarán de sentirse identificados.

El Príncipe Próspero, protagonista que ocupa el eje de esta obra, hombre de aparentes recursos extensos y casi ilimitados, se regodea de sentirse cómodo y seguro tras su reclusión en su amplio castillo confiado en que, en su retiro, acompañado de su séquito de allegados y amigos, el largo brazo de la Muerte no habría de alcanzarlo. Ingenuo pensamiento el suyo.

La Muerte como personaje parece tomar una importancia central en cada obra de Poe; ello es evidente para quienes hemos leído su trabajo. Pero en este relato en particular, la misma está repleta de atributos que le confieren un sentido de gobierno sobre todo lo que toca, todo lo que ve, y además de ello, no duda en recordar a quien cree que puede evitarla, burlarla incluso, que, así como para un cocodrilo glotón una piraña no es más que otro pez más, así también para la Muerte Roja, ni el Príncipe Próspero con todo lo pudiente que es, ni nadie sin importar su status económico o de poderío, puede escapar de su juicio.

Ricos y pobres, chicos y grandes, poderosos y débiles, ¡nadie se le escapa, a todos juzga y ejecuta por igual! ¿Qué podría ser más justo y equitativo que eso?

Seguro que muchos dirán, ¿cómo se puede ser tan frío?

Todo son números, cifras, uno más… Hasta que te pasa a ti o le pasa a alguien que te importa, entonces ya es importante porque es TU universo el que se ve afectado, reducido o incluso destruido.

A menudo olvidamos que somos parte de un todo y que, incluso en nuestra lejanía con el prójimo, tanto él como nosotros, nos necesitamos, estamos conectados el uno con el otro, queramos o no. Una peste, una epidemia o una guerra, como cualquier otro evento que “agarre parejo” es una situación que debiera hacernos reflexionar, cambiar. Aunque no siempre es así.

Y de la misma manera que tras la pandemia nadie, incluso su servidor, volvió a ser el mismo, leer “La Máscara de la Muerte Roja” me trajo a la mente esa angustia de no saber quien sería el próximo, que incluso ese próximo podría ser yo mismo. Esa constante zozobra emocional no podía disimularse ni con todo el ocio del mundo, pero había que sobrellevarla de una forma u otra.

Como digo yo, a veces la mejor forma de saber que se está preparado es cuando no lo estás.

Las habitaciones en la mansión del protagonista, las siete, parecen estar dotadas asimismo de una personalidad particular, de acuerdo con sus colores. De azul a púrpura y luego a verde, naranja, blanco y violeta, cual si tuvieran un humor y personalidad propias que, inadvertidamente, nos van guiando a un futuro incierto, como suele ocurrir en la vida misma.

Y ni qué decir de la última habitación: negra como la noche con ventanales de color rojo escarlata que semejan la sangre.

¿Acaso se trata de la rendija por la cual se colará una futura desgracia anunciada?

¿Coincidencia trágica que presagiaba fatal destino?

Si bien es cierto que la felicidad no es eterna, no lo es tampoco la tragedia. Y como seres humanos, a nuestra manera, luchamos por mantener ese ánimo, aun frente a la Muerte misma, como ocurre con el arrogante Príncipe Próspero. Aunque con un fin menos funesto, esperemos…

Pero ello nos toca decidirlo a cada quién; el cómo encarar ese fin, quiero decir. Aunque no siempre, pero ¡qué más da! Hay que disfrutar del viaje en esta vida que nos presta el Dador de la Vida, mientras la misma dure.

Sea este un tributo póstumo para nuestros seres queridos que, sabiéndolo o no, encararon un destino que irremediablemente nos los arrebató de nuestras vidas, cambiándolas para siempre.

Para ustedes.

Tonatiuh

Santiago de Querétaro, Qro. México. Miércoles 13 de noviembre de 2024.

Bibliografía:

Edgar Allan Poe. The Collected Works of Edgar Allan Poe. © Wordsworth Editions Limited 2009.

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