Mil Libros que leer antes de morir. Capítulo 41, "La Máscara de la Muerte Roja".
Mil libros que leer antes de morir.
Capítulo XLI, “La Máscara de la Muerte Roja”.
“No pestilence
had ever been so fatal, or so hideous. Blood was its Avatar and its seal -the
redness and the horror of blood”
La Máscara de la Muerte Roja, Edgar Allan Poe
No ahondaré en esta reseña, pues no es esa la
intención, en la pésima gestión realizada en torno a estos trágicos hechos a
causa de la COVID-19 en mi país, México, por parte de mi gobierno; ni mucho
menos en la imprudentísima manera en que frente a la misma se comportaron la
mayoría de mis compatriotas.
Ironías de la vida: esta publicación tiene el
mismo número de años con los que contaba su servidor cuando ocurrió esta
tragedia mundial que habría de cambiar para siempre nuestra forma de vivir y de
pensar.
Pero mi intención en estas publicaciones es
la de compartir mi opinión, llena de fallas, pero también aciertos como
cualquier punto de vista humano, respecto a los libros que considero han tenido
un impacto en mi vida, como es el caso que nos ocupa, con esta joya de Poe: la
Máscara de la Muerte Roja.
Tarde o no, es también para mi una forma de
hacer catarsis, sobre la angustia, la incertidumbre y desesperación que se siente
frente a un evento tal en el que tu vida y la de quienes amas, quienes están en
torno a ti, está en peligro. En ese sentido, particularmente muchos de mis
contemporáneos tanto más jóvenes como más viejos que yo, no dejarán de sentirse
identificados.
El Príncipe Próspero, protagonista que ocupa
el eje de esta obra, hombre de aparentes recursos extensos y casi ilimitados, se
regodea de sentirse cómodo y seguro tras su reclusión en su amplio castillo
confiado en que, en su retiro, acompañado de su séquito de allegados y amigos, el
largo brazo de la Muerte no habría de alcanzarlo. Ingenuo pensamiento el suyo.
La Muerte como personaje parece tomar una
importancia central en cada obra de Poe; ello es evidente para quienes hemos
leído su trabajo. Pero en este relato en particular, la misma está repleta de
atributos que le confieren un sentido de gobierno sobre todo lo que toca, todo
lo que ve, y además de ello, no duda en recordar a quien cree que puede
evitarla, burlarla incluso, que, así como para un cocodrilo glotón una piraña
no es más que otro pez más, así también para la Muerte Roja, ni el Príncipe
Próspero con todo lo pudiente que es, ni nadie sin importar su status económico
o de poderío, puede escapar de su juicio.
Ricos y pobres, chicos y grandes, poderosos y
débiles, ¡nadie se le escapa, a todos juzga y ejecuta por igual! ¿Qué podría
ser más justo y equitativo que eso?
Seguro que muchos dirán, ¿cómo se puede ser
tan frío?
Todo son números, cifras, uno más… Hasta que
te pasa a ti o le pasa a alguien que te importa, entonces ya es importante
porque es TU universo el que se ve afectado, reducido o incluso destruido.
A menudo olvidamos que somos parte de un todo
y que, incluso en nuestra lejanía con el prójimo, tanto él como nosotros, nos
necesitamos, estamos conectados el uno con el otro, queramos o no. Una peste,
una epidemia o una guerra, como cualquier otro evento que “agarre parejo” es
una situación que debiera hacernos reflexionar, cambiar. Aunque no siempre es
así.
Y de la misma manera que tras la pandemia
nadie, incluso su servidor, volvió a ser el mismo, leer “La Máscara de la Muerte
Roja” me trajo a la mente esa angustia de no saber quien sería el próximo, que
incluso ese próximo podría ser yo mismo. Esa constante zozobra emocional no
podía disimularse ni con todo el ocio del mundo, pero había que sobrellevarla
de una forma u otra.
Como digo yo, a veces la mejor forma de saber
que se está preparado es cuando no lo estás.
Las habitaciones en la mansión del protagonista,
las siete, parecen estar dotadas asimismo de una personalidad particular, de
acuerdo con sus colores. De azul a púrpura y luego a verde, naranja, blanco y
violeta, cual si tuvieran un humor y personalidad propias que,
inadvertidamente, nos van guiando a un futuro incierto, como suele ocurrir en
la vida misma.
Y ni qué decir de la última habitación: negra
como la noche con ventanales de color rojo escarlata que semejan la sangre.
¿Acaso se trata de la rendija por la cual se
colará una futura desgracia anunciada?
¿Coincidencia trágica que presagiaba fatal
destino?
Si bien es cierto que la felicidad no es
eterna, no lo es tampoco la tragedia. Y como seres humanos, a nuestra manera,
luchamos por mantener ese ánimo, aun frente a la Muerte misma, como ocurre con
el arrogante Príncipe Próspero. Aunque con un fin menos funesto, esperemos…
Pero ello nos toca decidirlo a cada quién; el
cómo encarar ese fin, quiero decir. Aunque no siempre, pero ¡qué más da! Hay
que disfrutar del viaje en esta vida que nos presta el Dador de la Vida, mientras
la misma dure.
Sea este un tributo póstumo para nuestros
seres queridos que, sabiéndolo o no, encararon un destino que irremediablemente
nos los arrebató de nuestras vidas, cambiándolas para siempre.
Para ustedes.
Tonatiuh
Santiago de Querétaro, Qro. México. Miércoles
13 de noviembre de 2024.
Bibliografía:
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