Sincretismo cultural en México: Santiago de Querétaro


Hola, hermanas y hermanos de Aztlán.

La violenta incursión europea en nuestras tierras americanas, penetró tan profundo en la consciencia de nuestra gente y pueblos indígenas, que estos adaptaron sus antiguas creencias a las traídas de Europa, mismas que terminaron por convertirlas en propias.

Prueba de ello es la celebración que a mediados de septiembre se da en Santiago de Querétaro: las danzas en honor a la Santa Cruz de los Milagros.

Cuenta la leyenda, que en el antiguo Cerro del Sangremal, actualmente donde se asienta la iglesia de la Santa Cruz, al amanecer del 25 de julio de 1531 tuvo lugar un enfrentamiento "a mano" entre los españoles y sus aliados purépechas y otomíes y los indígenas chichimecas que habitaban la región del Valle de Querétaro. Iban ganando los chichimecas (feroces guerreros), cuando de súbito, aparece en el cielo la imagen de Santiago Apóstol y una cruz luminosa, con lo que los chichimecas acordaron someterse, con la condición de que les fabricasen una Cruz similar a la que vieron durante el encuentro.

Así "nació" Querétaro. Y digo "nació", pues en el concepto europeizante así se dieron las cosas. Hasta que ellos llegaron (sin invitación, claro), nada pasaba. ¿Pero qué de las maravillosas culturas que les precedieron, creadoras de grandes y avanzadas civilizaciones?

Empero, el éxito de la supervivencia (a duras penas) pese al mestizaje tanto físico (la violación histórica de la que resultamos ser los hijos bastardos), como material y cultural, se creó una cultura mexicana nueva, con rasgos perfectamente identificables en todo el mundo. La Cruz que para los europeos representaba el sacrificio de Jesucristo, nuestros indígenas la abrazaron como propia y en su corazón, la recordaban como el derrotero espiritual de sus antiguas creencias, los 4 rumbos del Universo.

Gracias a un Atilano Aguilar, a las numerosas generaciones de familias de danzantes en San Francisquito, Lomas de Casablanca, la Cruz y de numerosas regiones del centro de nuestro país principalmente, esa tradición se mantuvo viva.

La misma Virgen de Guadalupe, patrona de nuestro México (Tonantzin para los indígenas), atestigua dicho sincretismo, pues parece casi danzar, con una de sus rodillas ligeramente flexionada. La danza era considerada en el México antiguo una ofrenda a las divinidades.

Hoy persisten estas tradiciones, que forman parte de nuestra identidad. Y son integrantes de quienes somos y de donde venimos, a donde pertenecemos, pero también cuanto dedicamos al Dador de la Vida, en este, el Ombligo de la Luna, nuestro México.

Al menos flores, al menos cantos...

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