Mil libros que leer antes de morir. Capítulo XVIII: Aura.

No hace mucho tiempo, un buen amigo nerd como su servidor (recordemos que "nerd reconoce a nerd") me hizo el siguiente comentario:
"Leer 'Aura' de Carlos Fuentes es como disfrutar el comer lenta y pausadamente un rico pedazo de pizza, acompañado de un buen vino".

Como es lógico, seguí el consejo de mi camarada y colega; no el de comer la pizza, sino leer el libro, ¡jejeje!

Era una aparentemente apacible mañana otoñal de principios de diciembre. Todo iba bien en el trabajo, hasta que de repente ocurrió lo impensable: ¡mi computadora comenzó a fallar! Comencé por agotar las soluciones más a mi disposición hasta que, tras haber concertado cita con el técnico para la mañana del día siguiente, me rendí a la poco consoladora pero ineludible labor de esperar. Verificando en mi maletín que contenía entre otras cosas algunos de los últimos documentos a calificar de mis estudiantes, me encontré con la que sería mi siguiente lectura, a la que ya le había echado el ojo desde hacía unas semanas. Se trataba de "Aura", de Carlos Fuentes.

Aún cuando no se trataba de la primer novela que había leído de este soberbio autor compatriota nuestro y compinche del famoso "boom latinoamericano" ya que años atrás había leído "La región más transparente" (obra de la que hablaré en entregas más adelante), me atrapó desde el principio por la complejidad de sus personajes en tan poco pero bien aprovechado espacio impreso; estamos hablando de una novela que apenas si llega a las 79 páginas. Y es que lo intrincado de los personajes aunados al lienzo de una trama tan aparentemente simple es lo que caracteriza a esta obra de Fuentes, dándonos la sensación de vivir en un mundo en el que lo vetusto y lo nuevo, lo vivo y lo muerto conviven. Leer Aura es como estar enredado en un sueño lúcido, en el que se llega a un punto en que lo real y lo imaginario rompen la delgada división que les separa. 

¿A qué le llamamos lo "real"? ¿En qué punto comienza la imaginación a jugarnos tretas a la mente?
Todo empieza con la publicación en el diario de un anuncio que pesca la atención del joven historiador Felipe Montero, protagonista principal de la narración. Con el cinismo y soberbia intelectual que en ocasiones caracteriza a algunos académicos como nuestro personaje central, educado en la Sorbona, se dirige al centro histórico de la Ciudad de los Palacios, a la calle de Donceles, número 815.

Me vienen a la mente las imponentes fachadas de tezontle de las calles del bello centro de Ciudad de México, adonde su servidor recientemente estuvo: "unidad del tezontle, los nichos con sus santos truncos coronados de palomas, la piedra labrada de barroco mexicano..."

Felipe es recibido en la vieja casa donde sus servicios son contratados tras poner a prueba brevemente sus conocimientos y dominio de la lengua de Molière, también. Le es revelada la naturaleza de su trabajo: el orden y publicación de las memorias inconclusas del difunto esposo, el general Llorente muerto seis décadas atrás, de la anciana dueña de la casa Doña Consuelo, quien contrata sus servicios. ¡Una inquietante mascota hace las veces de acompañante a la anciana, un conejo llamado Saga! "Te ciega el brillo de la corona parpadeante de objetos religiosos..."

Una condición, empero, debe llevarse a cabo para concretar la contratación de Felipe Montero para este trabajo tan peculiar: que viva un tiempo en el vetusto domicilio. Para ello, se le asigna una habitación en la que llega más luz que en el resto de la casa.

Poco después entra en escena la sobrina de la anciana, quien da nombre a la novela: Aura. Ella va a vivir con ellos, le indica la anciana a Felipe. Aura conduce a nuestro protagonista a su habitación asignada, la cual es descrita con un lujo de detalles magistral que no necesita en lo absoluto de ilustraciones para visualizarlo:
"...ha bastado la luz del crepúsculo para cegarte y contrastar con la penumbra el resto de la casa. Pruebas, con alegría, la blandura del colchón en la cama de metal dorado y recorres con la mirada el cuarto: el tapete de lana roja, los muros empapelados, oro y oliva, el sillón de terciopelo rojo, la vieja mesa de trabajo, nogal y cuero verde, la lámpara antigua, de quinqué, luz opaca de tus noches de investigación, el estante clavado encima de la mesa, al alcance de tu mano, con los tomos encuadernados..."

Más, ¿cómo es Aura? Sólo digamos que, citando parte de la narración, "Aura viste de verde". Como confundiéndose con el paisaje hogareño del domicilio que alberga a estos tres protagonistas, amén de los gatos que andan a sus anchas en los patios, con sus maullidos lastimeros, Aura parece mimetizarse en este ambiente fantasmal.

¿Qué quiere Aura, por qué está ahí? ¿Qué espera de nuestro protagonista? El erotismo es un componente importante en esta narración, si bien no es el principal; Felipe, en el fondo, la desea.
"...mientras más pienses en ella, más tuya la harás... ahora la deseas para liberarla: habrás encontrado una razón moral para tu deseo; te sentirás inocente y satisfecho..."

Súbitamente ocurre que Felipe, movido por el deseo que siente por Aura, pretende "liberarla" de esa casa que alberga tantísimos recuerdos viejos, que se van apropiando poco a poco de quienes la habitan. ¡Debe sacarla al mundo exterior!

En un punto de la historia, ya no se distingue quién es quién; como si la casa misma ejerciera una influencia sobrenatural sobre quienes la habitan. El desenlace de la narración, más que dejar a la imaginación o a la suposición morbosa del lector, es impactante.

Mi propia historia de aquel día de principios de diciembre del 2016 acabó felizmente en el arreglo de mi bien amada y utilísima computadora portátil, matando así dos pájaros de un tiro: arreglando mi aparato y leyendo en un solo día, esta fabulosa narración, altamente recomendable. Curiosamente, hace poco más de una semana, realicé un pequeño viaje por cuestiones de trabajo, a la Ciudad de México y por una feliz coincidencia del destino, el recorrer parte de las fabulosas y necesitadas de mantenimiento calles de la Ciudad de los Palacios, me remitió a las páginas de Aura; ¡nada más que a la calle Donceles, por la que caminé!

Para concluir, ¡grata compañía resulta un libro, aún en momentos que se antojan complicados! Si lo sabré yo... Y, ¿qué mejor que una de las obras maestras del buen Carlos Fuentes, digno embajador literario de nuestro país?

¡Disfruten su lectura, amigos!

"Llega, Ciudad de Dios; suena, trompeta de Gabriel; ¡ay, pero cómo tarda en morir el mundo!"

Tonatiuh

Bibliografía:
  • Fuentes, Carlos. Aura. Edición conmemorativa / Cincuenta años. Ediciones Era. Primera edición ilustrada: enero de 2012. CON ESTAMPAS DE VICENTE ROJO.


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