1000 libros que leer antes de morir. Capítulo VII: Un mundo feliz, de Aldous Huxley.
Los clásicos literarios trascienden ayer, hoy, mañana y siempre las fronteras no sólo del tiempo y espacio en que estos fueron creados, pues es la validez actual de su propuesta la que permite que permanezcan en nuestras mentes.
Su juicio sobre los tiempos, sobre la gente y sobre el ambiente en que ésta se mueve nos conmina a analizar los pasos que damos en nuestra época y el terreno en el que estamos. Más sorprendente aún es el hecho de que se descubre que clásicos como estos fueron escritos varios años antes de que cualquiera de nosotros hubiese incluso nacido, convirtiéndose en fuente de inspiración inagotable para adaptaciones artísticas en teatro, cine, inclusive música, ¡y solemos pensar que son creaciones originales o recientes! Aunque en sí mismas, SÍ son creaciones originales, pues...
Es este el caso que nos ocupa, el de "Un mundo feliz", clásico de la literatura que, al igual que las obras de Jules Verne o de H. G. Wells, fue tenido en su tiempo como exageradamente fantástico, polémico e incluso recriminado, prohibido en algunos lugares durante algún tiempo precisamente por la crítica social tan cruda, tan directa, hacia una sociedad "futura" cuyo destino estaba de antemano predeterminado por tiranos tecnócratas que diseñaban la clase de "humanos" que necesitaban: individuos felices en su trabajo, que no se quejaran, que sólo se dedicaran a su labor sin contrariar a sus superiores y que con su existencia, permitían el imparable y monótono movimiento del engrane "social" sin dar problemas, cual dóciles ovejas...
Para mantener calmada a esa "sociedad ideal" se les proveía de una maravillosa droga (el soma), para que, en caso de que las emociones intensamente humanas (¡esas impertinentes!) asolaran su psique artificial amenazando con aflorar para razonar los eventos, preguntarse ¿qué hago aquí? y demás molestas e inconvenientes "imperfecciones" humanas, éstas pudieran mantenerse a raya. Y como decimos en México, "pa' que amarre", para deleite de las masas se proyectan funciones cinematográficas que inciden en los sentidos, permitiéndoles experimentar la belleza visual, auditiva e incluso olfativa de tramas fantásticas que atrapan a estos entes, enajenándolos y apartándolos momentáneamente de la avasalladora y patética realidad en que viven...
Panem et circenses.
¿La cultura, la religión, varios idiomas y lenguas diversas e incluso la ciencia y la investigación? Absolutamente prohibidas, manejadas incluso sólo a conveniencia de los tiranos tecnócratas que detentan el poder. Fuera de este "mundo feliz", viven recluidos en una zona, una "reserva", para los "salvajes" (de entre los que destaca uno, precisamente). Familias enteras, bebés amamantados por sus madres, el proceso natural del envejecimiento y los rituales anímico-religiosos realizados por esta comunidad (más sana y normal que la del "Mundo Feliz") son vistos, si no con inquisitiva curiosidad, sí con desagrado por los "humanos" diseñados, que visitan de cuando en cuando la "reserva".
Los "humanos" prefabricados estaban divididos en categorías, donde las más altas tenían la capacidad de discernir e inclusive de juzgar y criticar, en cierta medida, el ambiente en el que fueron criados. Condicionados desde su concepción mediante mensaje subliminal y demás técnicas de lavado de cerebro, era esta sociedad distópica realmente, nada más que un conjunto de entes zombificados, creyentes merced a ese condicionamiento industrial recibido desde pequeños, de que existían en una "sociedad" "perfecta" en la que todo estaba minuciosamente acomodado, en el que el trabajo mecanizado, la falta de cuestionamiento y juicio crítico, el aniquilamiento de la auténtica libertad de ser, de pensar y de crear, así como la promiscuidad y la búsqueda desenfrenada del placer como medio de escape al enajenamiento de su mismo medio, eran la ley imperante en esta "sociedad ideal".
Cualquier parecido con nuestra realidad, NO es mera coincidencia. Cualquier ilusión que se nos haga creer sobre que somos "dueños" de nuestro destino hasta que aparece como debe ser, muy de vez en cuando alguien con los ojos abiertos, tampoco es casualidad. Cualquier intento deliberado por parte de las altas esferas por mantener quietecitos a los revoltosos y al resto del rebaño en un silencio asesino que aniquila las consciencias, que las oprime hasta el punto de la desesperación, no es aleatorio. Basta con ver la clase de mundo en que nos hayamos inmersos, el apaciguamiento y aniquilación continua del individuo, así como de la pertenencia étnica o cultural en pro de una cultura globalizada... ¿Nos suena familiar?
El genio de Aldous Huxley en esta obra literaria colosal radica precisamente en la vigencia de sus escenarios propuestos en esta magnífica novela, pero sobre todo, ¡en la aterradora precisión y cercanía con que su realidad novelística se aproxima a nuestra realidad actual!
¿Clarividente, acaso? ¿O simplemente un visionario que pudo observar más allá de lo evidente el sendero tortuoso a que se dirigía esta humanidad? Huxley se adjudicó con esta titánica novela un lugar en el patrimonio cultural inmaterial universal, con un juicio crítico ácido a más no poder, que no pide disculpas, que retrata una realidad terrible pero que además, constituye como propuesta un llamamiento a las consciencias, una alerta a todas y a todos de la pérdida de valores, de sentido de pertenencia y de individualidad en general, que nos distingue no sólo como Creación, pero también como seres humanos.
Cierro el presente análisis de esta estupenda obra con una de las frases de ese entrañable personaje que es el Salvaje, al momento que pretendía ingenuamente liberar a los zombies humanos de su estado de estupidización inducido por el estado al repartirles su droga maravillosa (si bien sabemos que ahora viene en otras presentaciones):
"-¿Os gusta ser como bebés? Bebés, si llorones y babosos-, agregó, exasperado por su bestial estupidez, insultando a los mismos a quienes había venido a salvar.
"Dolor y remordimiento, compasión y deber, todo lo había olvidado ya, arrebatado como estaba por un intenso y avasallador odio hacia aquellos monstruos infrahumanos.
"-¡No queréis ser libres y hombres? ¿No queréis saber lo que son la hombría y la libertad?... Muy bien, pues entonces -dijo malhumorado_, yo os lo enseñaré; yo os haré ser libres, queráis o no queráis..."

Es este el caso que nos ocupa, el de "Un mundo feliz", clásico de la literatura que, al igual que las obras de Jules Verne o de H. G. Wells, fue tenido en su tiempo como exageradamente fantástico, polémico e incluso recriminado, prohibido en algunos lugares durante algún tiempo precisamente por la crítica social tan cruda, tan directa, hacia una sociedad "futura" cuyo destino estaba de antemano predeterminado por tiranos tecnócratas que diseñaban la clase de "humanos" que necesitaban: individuos felices en su trabajo, que no se quejaran, que sólo se dedicaran a su labor sin contrariar a sus superiores y que con su existencia, permitían el imparable y monótono movimiento del engrane "social" sin dar problemas, cual dóciles ovejas...
Para mantener calmada a esa "sociedad ideal" se les proveía de una maravillosa droga (el soma), para que, en caso de que las emociones intensamente humanas (¡esas impertinentes!) asolaran su psique artificial amenazando con aflorar para razonar los eventos, preguntarse ¿qué hago aquí? y demás molestas e inconvenientes "imperfecciones" humanas, éstas pudieran mantenerse a raya. Y como decimos en México, "pa' que amarre", para deleite de las masas se proyectan funciones cinematográficas que inciden en los sentidos, permitiéndoles experimentar la belleza visual, auditiva e incluso olfativa de tramas fantásticas que atrapan a estos entes, enajenándolos y apartándolos momentáneamente de la avasalladora y patética realidad en que viven...
Panem et circenses.
¿La cultura, la religión, varios idiomas y lenguas diversas e incluso la ciencia y la investigación? Absolutamente prohibidas, manejadas incluso sólo a conveniencia de los tiranos tecnócratas que detentan el poder. Fuera de este "mundo feliz", viven recluidos en una zona, una "reserva", para los "salvajes" (de entre los que destaca uno, precisamente). Familias enteras, bebés amamantados por sus madres, el proceso natural del envejecimiento y los rituales anímico-religiosos realizados por esta comunidad (más sana y normal que la del "Mundo Feliz") son vistos, si no con inquisitiva curiosidad, sí con desagrado por los "humanos" diseñados, que visitan de cuando en cuando la "reserva".
Los "humanos" prefabricados estaban divididos en categorías, donde las más altas tenían la capacidad de discernir e inclusive de juzgar y criticar, en cierta medida, el ambiente en el que fueron criados. Condicionados desde su concepción mediante mensaje subliminal y demás técnicas de lavado de cerebro, era esta sociedad distópica realmente, nada más que un conjunto de entes zombificados, creyentes merced a ese condicionamiento industrial recibido desde pequeños, de que existían en una "sociedad" "perfecta" en la que todo estaba minuciosamente acomodado, en el que el trabajo mecanizado, la falta de cuestionamiento y juicio crítico, el aniquilamiento de la auténtica libertad de ser, de pensar y de crear, así como la promiscuidad y la búsqueda desenfrenada del placer como medio de escape al enajenamiento de su mismo medio, eran la ley imperante en esta "sociedad ideal".
Cualquier parecido con nuestra realidad, NO es mera coincidencia. Cualquier ilusión que se nos haga creer sobre que somos "dueños" de nuestro destino hasta que aparece como debe ser, muy de vez en cuando alguien con los ojos abiertos, tampoco es casualidad. Cualquier intento deliberado por parte de las altas esferas por mantener quietecitos a los revoltosos y al resto del rebaño en un silencio asesino que aniquila las consciencias, que las oprime hasta el punto de la desesperación, no es aleatorio. Basta con ver la clase de mundo en que nos hayamos inmersos, el apaciguamiento y aniquilación continua del individuo, así como de la pertenencia étnica o cultural en pro de una cultura globalizada... ¿Nos suena familiar?
El genio de Aldous Huxley en esta obra literaria colosal radica precisamente en la vigencia de sus escenarios propuestos en esta magnífica novela, pero sobre todo, ¡en la aterradora precisión y cercanía con que su realidad novelística se aproxima a nuestra realidad actual!
¿Clarividente, acaso? ¿O simplemente un visionario que pudo observar más allá de lo evidente el sendero tortuoso a que se dirigía esta humanidad? Huxley se adjudicó con esta titánica novela un lugar en el patrimonio cultural inmaterial universal, con un juicio crítico ácido a más no poder, que no pide disculpas, que retrata una realidad terrible pero que además, constituye como propuesta un llamamiento a las consciencias, una alerta a todas y a todos de la pérdida de valores, de sentido de pertenencia y de individualidad en general, que nos distingue no sólo como Creación, pero también como seres humanos.
Cierro el presente análisis de esta estupenda obra con una de las frases de ese entrañable personaje que es el Salvaje, al momento que pretendía ingenuamente liberar a los zombies humanos de su estado de estupidización inducido por el estado al repartirles su droga maravillosa (si bien sabemos que ahora viene en otras presentaciones):
"-¿Os gusta ser como bebés? Bebés, si llorones y babosos-, agregó, exasperado por su bestial estupidez, insultando a los mismos a quienes había venido a salvar.
"Dolor y remordimiento, compasión y deber, todo lo había olvidado ya, arrebatado como estaba por un intenso y avasallador odio hacia aquellos monstruos infrahumanos.
"-¡No queréis ser libres y hombres? ¿No queréis saber lo que son la hombría y la libertad?... Muy bien, pues entonces -dijo malhumorado_, yo os lo enseñaré; yo os haré ser libres, queráis o no queráis..."
Tonatiuh
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