1000 libros que leer antes de morir. Capítulo V: La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa.

"La casa es primero..."

Habrá quienes hayan escuchado en el pasado este viejo adagio. Nuestro continente americano y de manera particular el pueblo latinoamericano, ha probado ser territorio fértil de grandes escritores; baste recordar el famoso "boom latinoamericano" del que Mario Vargas Llosa (uno de los autores preferidos de su servidor), ocupa una de las sillas honorarias en este selecto círculo de literatos.

Peruano de nacimiento, latinoamericano de corazón y ciudadano del mundo por sobradas razones, Vargas Llosa ha logrado plasmar en sus novelas de manera personal e impersonal, pues de ello se puede uno dar cuenta al leer sus obras, las crudas realidades de América Latina, de forma especial en sus primeros trabajos. Y el que ocupa la presente reseña es nada más y nada menos que "La Ciudad y los Perros".

Publicada en 1962, "La Ciudad y los Perros" ocupa un lugar especial en la novela latinoamericana, pues constituye en sí misma, una denuncia, una llamada de atención no sólo a la educación castrense en Perú, en este caso, pero más aún a los vicios, el elitismo, la corrupción, el machismo y el racismo que prevalecen no solamente en este país hermano, sino en toda América Latina; podría decirse en cierta forma, que el desarrollo de los acontecimientos planteados en esta magnífica novela son un microcosmos, una maqueta, una reproducción a escala de nuestra Latinoamérica. Cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia.

La trama gira en torno a las aventuras y desventuras de un grupo de adolescentes que estudian en el Colegio Militar Leoncio Prado, en la ciudad de Lima. La rica variedad de personajes que pueblan el inmisericorde ambiente del Leoncio Prado puede mantener en suspenso y constante atención al lector, desde los "nombres" de cada uno de los personajes, que bien pueden avisarnos sobre la naturaleza de su carácter.

Está en principio, el gandalla del colegio, representado en el Jaguar, uno de esos rijosos que adora uno odiar. También tenemos al Esclavo, clásico objeto de las burlas del resto de sus compañeros, empeñado constantemente en obtener buenas notas, objetivo que si bien no alcanza siempre, lo alcanza de forma mediocre. Alberto, por otro lado, quien se decía amigo del Esclavo y a quien supuestamente defendía, personaje del que se esperaría un estoicismo honesto y defensor de lo que es correcto pero que al final, resulta ser si no igual, peor que el mismo Jaguar; aquí no agregaré nada para no arruinarles el apetito lector. Y también están los directivos del colegio, los militares por supuesto, como Gamboa, quien presa de su ingenuo pero correcto idealismo, sufre las consecuencias de poner en práctica sus principios, víctima de las maquinaciones de sus corruptos superiores, quienes le obligan a callar los sucesos acaecidos en el colegio, so pena de trasladarlo a otro sitio, lejos de la capital peruana. Estos, por nombrar algunos, son parte de los personajes que conforman este fascinante universo creado por Vargas Llosa, el cual él mismo reconoció años atrás, estaba basado en parte en sus experiencias personales.

No pueden dejarse de lado las fortísimas y crudas experiencias vividas al interior del colegio, donde cada estudiante debe poner a prueba, bien sea robando los exámenes para intercambiar las respuestas, peleándose entre sí para ganar respeto y reconocimiento, teniendo el mayor número de experiencias sexuales y valiéndose de estas para imponer jerarquía dentro y fuera del mismo colegio, las escapadas, el contrabando de alcohol, cigarrillos y demás mercancías al interior del Leoncio Prado, entre otros, actividades todas cuyo principal objetivo es obtener una reputación que les coloque en el pedestal de la admiración de sus compañeros y camaradas en un mundo en el que la única regla inviolable consiste en no delatar jamás a los compañeros. Así, la traición es el único acto intolerable, castigado inmisericordemente.

Por otro lado, los mismos animales que circundan las inmediaciones del colegio o que viven en el, como la perra Malpapeada o la vicuña que constantemente se asoma a lo lejos como preguntándose que es lo que pasa, poseen también una peculiar "humanidad", pues forman parte de ese Universo, de ese acontecer diario de la vida en el colegio militar, dando a veces la impresión de que quisieran hablar.

Estupenda narrativa, personajes entrañables y una sucesión de acontecimientos que lo tienen a uno constantemente intrigado, no cabe duda que "La Ciudad y los Perros" es un clásico de lectura obligada particularmente entre nosotros los latinoamericanos. Así como para los autores icónicos del boom latinoamericano fue importante leer a los clásicos (frecuentemente se ha destacado la predilección de Vargas Llosa por Flaubert o Baudelaire) ellos mismos, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, entre otros y por supuesto, Mario Vargas Llosa, se han convertido en clásicos de nuestro pueblo, de nuestras generaciones. Clásicos que debemos conocer pues ahí, en sus obras, podemos vernos reflejados.

Enhorabuena para Varguitas Llosa, ¡así le decimos los cuates!

Concluyo la presente reseña con la siguiente reflexión que incluye Vargas Llosa, que resulta a la vez una síntesis perfecta de esta genial obra literaria: una cita de Jean-Paul Sartre.

On joue les héros parce qu'on est lâche et les saints parce qu'on est méchant ; on joue les assassins parce qu'on meurt d'envie de tuer son prochain, on joue parce qu'on est menteur de naissance.

Jugamos a los héroes porque somos cobardes y a los santos porque somos malvados: jugamos a los asesinos porque morimos de ganas de matar al prójimo, jugamos porque somos mentirosos de nacimiento.

Tonatiuh


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