1000 libros que leer antes de morir. Capítulo II: Confieso que he vivido, de Pablo Neruda.

Diez años atrás, en uno de esos momentos que se antojaban para leer algo fuera de lo común (a mis estándares comunes de lectura, quiero decir), un viejo libro llegó a mis manos. Se trataba de "Confieso que he vivido", de Pablo Neruda, ni más ni menos.

En un principio pensé: "Mmmh, ¿poemas? No es precisamente mi género literario más destacado, pero ¡bueno!"

Grande fue mi sorpresa al darme cuenta de que, en realidad, se trataba de las memorias de este titán de nuestra literatura hispanoamericana. 
Neruda, cuyo nombre verdadero era Ricardo Neftalí Eliécer Reyes Basoalto (1904-1973) era chileno de nacimiento pero ciudadano del mundo, a pedido de sus muy particulares circunstancias; y muy particularmente, ciudadano distinguido entre los hispanoamericanos, no sólo por el haber obtenido el Premio Nobel de Literatura en el año 1971, sino más que nada, por la belleza de sus composiciones poéticas, así como por la forma tan peculiar, tan descriptiva y tan amena de redactar la prosa que al menos quien escribe estas líneas, le conoce. La prueba fehaciente de ello es precisamente la redacción de sus memorias de viaje, de sus peripecias por el mundo, dentro y fuera de su natal Chile, ora como diplomático, ora como autor.

Quizá el "resumen" más fiel de este libro maravilloso lo constituya de hecho el prólogo inicial del mismo en el que el poeta dice:

"Estas memorias o recuerdos son intermitentes y a ratos olvidadizos porque así precisamente es la vida... Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta."

Desde que comienza el viaje de su vida en Chile, la prosa tan exquisita con que describe a esta nación hermana, pasando por países de Oriente como la entonces nación de Ceilán (hoy Sri Lanka), hasta su recorrido por los ricos y variados al tiempo que complejos, países hermanos de Latinoamérica, incluyendo México, es un verdadero deleite pasar las páginas vertidas de sus experiencias al papel impreso, donde lo hace a uno sentir en el lugar mismo de los acontecimientos.

¡Ni qué decir de sus poemas! Pero esa es harina de otro costal, historia para otro día. Aquí, sólo me concentraré en compartirles la maravilla que constituye en sí mismo este libro maravilloso, este testimonio vivo de los viajes de este gran señor.

El bosque chileno
"...Bajo los volcanes, junto a los ventisqueros, entre los grandes lagos, el fragante, el silencioso, el enmarañado bosque chileno...Es un mundo vertical: una nación de pájaros, una muchedumbre de hojas... De aquellas tierras, de aquel barro, de aquel silencio, he salido yo a andar, a cantar por el mundo."

No oculta en sus memorias el verdadero motivo de haber escogido ese pseudónimo. Ricardo Neftalí tuvo que lidiar con el hecho de que, su padre no aprobaba su actividad literaria. En una revista, halló ese nombre checo y varios años más tarde, descubriría que se trataba, de hecho, de un autor querido por el pueblo checo (en ese entonces, Checoslovaquia). Tiempo después, el propio "Neruda", nuestro Neruda latinoamericano, visitaría el barrio Mala Strana de Praga para depositar una flor a los pies de la estatua del Neruda original.

Doy término a esta reseña con la descripción tan atinada y tan abreviadamente detallada que Nerudita (¡así le digo yo, de cuates!) hace de nuestro país, en el tiempo que, como diplomático, fue enviado por parte de su gobierno para acá.

México florido y espinudo
"México, con su nopal y su serpiente; México florido y espinudo, seco y huracanado, violento de dibujo y de color, violento de erupción y de creación, me cubrió con su sortilegio y su luz expresiva.
Lo recorrí por años enteros de mercado a mercado, Porque México está en los mercados. No está en las guturales canciones de las películas, ni en la falsa charrería de bigote y pistola. México es una tierra de pañolones color carmín y turquesa fosforescente. México es una tierra de vasijas y cántaros y de frutas partidas bajo un enjambre de insectos... Todo esto lo dan los mercados más hermosos del mundo. La fruta, la lana, el barro y los telares, muestran el poderío asombroso de los dedos mexicanos fecundos y eternos..."


Tonatiuh

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