Mil libros que leer antes de morir. Capítulo XXXII, "Tiburón".

 Mil libros que leer antes de morir.

Capítulo XXXII, “Tiburón”.

“¡Sería vana tu esperanza porque su vista sola aterra! No hay audaz que lo despierte, ¿y quién podrá resistir ante él? ¿Quién le hizo frente y quedó salvo? ¡Ninguno bajo la capa de los cielos! Mencionaré también sus miembros, hablaré de su fuerza incomparable. ¿Quién rasgó la delantera de su túnica y penetró en su coraza doble? ¿Quién abrió las hojas de sus fauces? ¡Reina el terror entre sus dientes!”

Job 41: 1-6. La Biblia de Jerusalén

La valentía como necesidad más que como convicción.

En muchas ocasiones actuamos bajo esa premisa. Cuando ya no hay para donde hacerse, no queda más remedio que hacerle frente a las adversidades: agarrar al toro por los cuernos, como se dice comúnmente.



Y es precisamente esa premisa desde la que parte la narración de esta épica novela convertida en éxito de taquilla allá por mediados de la década de los setentas del siglo pasado, Tiburón (Jaws, fauces, su título original en inglés), el primer blockbuster veraniego en la historia hollywoodense. La historia gira principalmente en torno no al amenazante escualo que merodea en las profundidades marinas en busca de su próxima víctima, sino al jefe de policía Martin Brody de Amity, pueblecito isleño de Nueva Inglaterra, ubicado al noreste del vecino país del norte.

El relato de Tiburón fue pionero para mi por partida doble.

En primer lugar, porque se trató de la primera película de horror adulta que viera: tenía una edad de diez años, pero la película adaptada de la novela de Peter Benchley ya se había estrenado catorce años atrás. Y, en segundo lugar, dos años después de ver la película en la televisión, se convirtió en la primer novela adulta que su servidor leía, a la edad de doce años. Nada de “dibujitos”, nada de eufemismos para disfrazar las noticias (las cosas como son), una que otra insinuación erótica, ¡rayos, ya me sentía casi como un adulto!

Recuerdo haber visto por primera vez en la nutrida biblioteca de mis padres la novela en cuestión, la publicada por Editorial Pomaire, y desde que había visto la adaptación fílmica me llené de curiosidad por leerla. Llamaba mi atención la sinopsis descrita en la contraportada y especialmente, el recuadro en fondo rojo con la leyenda “Lea una gran novela y prepárese para ver una película espectacular, Tiburón”, lo cual picaba aún más mi curiosidad.

Por todo ello, Tiburón ocupó y sigue ocupando hasta la fecha, un lugar importante en mi vida.



Y ya fuera por morbo, curiosidad o simplemente por el tener algo más que hacer en casa, en el verano de 1991 me decidí a leer la novela. Me impactó sobremanera y me hizo darme cuenta de lo dispares que pueden llegar a ser las adaptaciones cinematográficas en particular con relación al material original; todo ello lo descubrí solito, sin necesidad de que mis padres me lo hicieran saber. La primera versión que leí de la novela fue la publicada en 1975 por Editorial Pomaire, más extensa que la que volví a leer recientemente, más condensada, de Ediciones Reader’s Digest.

Sexo, drogas, consumo de alcohol y lenguaje altisonante, así como el stress a la expectativa y postraumático que supone el enfrentarse a una situación amenazante como la que propone la narración de Benchley ya parecen hoy en día cosa de todos los días; basta darse una vuelta a las actuales plataformas de streaming o a la programación televisiva para darse cuenta de ello. Pero recordemos que su servidor fue criado en un ambiente en apariencia, bastante conservador, aunque permisivo hasta cierto punto, al menos en lo que a lectura se refiere. Niño queretano “mocho”, criado en el seno de una familia católica con padres de formación profesional que se permitían por ello cierta apertura mental, lo cual agradezco principalmente porque me dio acceso a una mejor educación, pero más que nada, a un criterio propio y el hábito de la lectura no fue la excepción.

Se que me voy a oír muy de la vieja guardia al decir que, “las generaciones modernas están expuestas a mayor liberalidad, y aun así, poco o nada desarrollan el hábito lector”, pero sobre todo mis contemporáneos de la generación X, Millennials y hasta los Boomers, no me dejarán mentir al respecto, o dirán que exagero. Más aún en el contexto social de nuestro país donde la lectura pues, no es el hábito más desarrollado de todos, salvo algunas excepciones, por supuesto.

En fin.

La intención de estas publicaciones que gustosamente comparto con ustedes no es la de sermonear a nadie, menos aun la de erigirme como un paladín de los buenos hábitos culturales ni mucho menos: cada quién se hace responsable de sí mismo y del impacto que tienen sus acciones en otros. Sólo quiero compartir estas reseñas para mover a esa misma curiosidad que comparto con ustedes sobre estas obras literarias que considero imperdibles en nuestra biblioteca de vida, no en una biblioteca con grandes estantes al estilo antiguo o una más moderna, de corte virtual, no. Me refiero a esos títulos que se quedan con nosotros a lo largo de nuestras vidas. Y Tiburón es, al menos en MI biblioteca personal uno de esos títulos.

Desde que tengo memoria, he sentido una mórbida fascinación por las películas o relatos que involucran a seres espeluznantes o monstruosos que amenazan el bienestar o la paz humanas, particularmente a un nivel personal. No es de extrañar entonces que uno de mis primeros acercamientos a esa estresante pero necesaria sensación de poner a prueba la resistencia mental e incluso espiritual de enfrentar las vicisitudes de la vida, la viera reflejada en la película “Tiburón”, así como otras similares que son clásicos para mí, como “Alien”, saga de ciencia ficción que tiene casi mí misma edad.

Por lo anterior, siempre encontré inspiración en este tipo de relatos, particularmente en “Tiburón”. Porque se trata de algo más que solamente un hombre común y corriente haciendo frente a una situación terrorífica, estresante y que pone a prueba el alcance de sus capacidades, llevando estas a límites más allá de lo normal. Quizá este paralelismo con algunos eventos personales sería el que me permitió sobrellevar el peso de algunas dificultades: el ejemplo más reciente en mi caso sería el de la pandemia, y la zozobra mental constante que suponía para mi enfrentar esa situación.

Curioso, ¿no es así?

Pues en realidad, no tanto. Hay truco aquí, plan con maña, como decimos en México. Y es que el tipo de historias que inspiran, que atrapan, son aquellas en las que el protagónico es un ser humano común y corriente, con virtudes y defectos, que sólo trata de vivir una vida “normal y plena”, consigo mismo y con los suyos. Que se defiende y defiende a sus seres queridos, que lucha contra viento y marea con cuanta adversidad se le presenta.

No, no se trata de un superhéroe con habilidades sobrenaturales o particularmente especiales; y miren que se los dice un nerd con una particular afición por los personajes de ciertas tiras cómicas de ese corte. Se trata de un típico Juan Pérez, una María Godínez, un hombre, una mujer normal, promedio, como tu y como yo, pero a quien las circunstancias fuerzan a ser mejor de lo que es, ora sea por necesidad, por salvaguardar su integridad y la de los suyos, pero que, pese a ello, salva los obstáculos y derriba las murallas. Héroes, en el amplio y más profundo sentido de la palabra.

Quien haya leído la novela o visto la película Tiburón y sólo haya visto en ella la búsqueda de detener a un animal “asesino” y “malo”, no ha entendido NADA de lo que se trata el relato. Este es mucho más que sólo esa ridícula e incompleta síntesis; esta es la narración de los obstáculos que vence la tenacidad y la victoria sobre la cobardía de un hombre simple que, atenazado por las circunstancias, tiene que echar mano de todos sus recursos, materiales, mentales, y hasta espirituales para triunfar sobre las mismas.

Ese es Martin Brody, el protagonista de esta historia. Y como de costumbre, la adaptación al cine dista bastante de la novela escrita, pues esta toca muchos más temas que sólo el de enfrentarse a un escualo monstruoso que amenaza la tranquilidad de los habitantes de este pueblecito con potencial de crecimiento; ese es sólo un hecho circunstancial que cobra mayor importancia y protagonismo conforme avanza el relato hasta llegar al punto en que hay que atacarlo de frente, se quiera o no. No hay entidad sobrenatural o poder extraordinario que detenga a la bestia, que representa mucho más que sólo un animal peculiar que aparece de repente, más que la sola fuerza de voluntad y la firme decisión de encararla, pero ¡por Dios, que no se necesita más que eso para vencer a este Leviatán!

Y es que “Bruce”, como Steven Spielberg, director de la película que adapta la novela llama al escualo protagonista, es mucho más que esa bestia que emerge de las profundidades para devorar a su siguiente e indefensa víctima. No, la bestia es una representación de esa colosal adversidad a vencer que se presenta ante uno y que, buscando fuerza desde dentro de sí mismo, uno enfrenta porque de no hacerlo, complicará más y más las cosas, amenazará nuestra vida misma y la de aquellos a nuestro alrededor.

Tal como mencioné anteriormente, las diferencias entre la novela y la película son sutiles, pero como es de esperarse, la trama en la novela tiene un desarrollo más profundo, entre la complicada madeja de relaciones humanas que envuelven a la vida adulta. Por esta razón he decidido mostrar el paralelismo entre ambas, novela y película, para mejor comprender las diferencias entre ambas y, claro está, motivar a la lectura de la novela.

Ya desde el inicio de la narración, que en ocasiones puede sonar un poco monótona por la forma en que se cuentan algunos detalles, el lector queda inmerso en la dinámica de horror que precede a los hechos descritos, empezando por la cruenta muerte de la chica que aparece al principio, Christine Watkins. Poco después, en alguna parte de la playa, Martin Brody y uno de sus asistentes, así como el último testigo que vio con vida a la chica, hacen el macabro hallazgo del cuerpo de la joven y ahí es donde empiezan a escalar los problemas.

Martin, hombre a inicios de sus cuarentas, comparte su vida con su mujer Ellen Shepherd (su otrora nombre de soltera), quien le ama a él y a sus hijos. Sin embargo, esta devota esposa empieza a cuestionar su vida y la relación con su esposo, al venir ella de una familia relativamente acomodada. ¿Qué hace entonces con un hombre como Martin? ¿A qué vida puede aspirar con él, en un pueblecito como Amity? Más adelante, en la vorágine de eventos que se desarrollarán, aparecerá en el horizonte otra amenaza a la relativa calma hasta el momento en la vida de Martin y no me refiero al monstruoso escualo; me refiero a un escualo de tierra, por decirlo así.

El alcalde Larry Vaughan trata de esconder el polvo bajo el tapete, pues la bestia y las muertes que la misma provoca amenazan no sólo la tranquilidad del pueblo, sino los intereses económicos de este hombre que, como buen político, no quiere dejar pasar la oportunidad de beneficiarse de ciertos contratos que tiene con una inmobiliaria, convirtiéndose en prestanombres: gerifalte con grandes ambiciones a quien Martin ha pillado en tratos de dudosa legalidad, gracias a las averiguaciones de una de esas convenientes amistades, representada en Harry Meadows, conocido de Martin con cierto colmillo en los asuntos del pueblo y sus personajes influyentes. Lo de siempre, pues nada es tan simple como parece, ya que no se trata de buscar y acabar con el bicho y ya, problema resuelto.

Y bien, ¿recuerdan la amenaza en el horizonte de la vida personal (y marital) de nuestro protagonista? Bueno, pues la misma tiene nombre y apellido: se trata del seductor y joven Matt Hooper, oceanógrafo llegado al pueblo y que, por azares del destino, resulta ser nada más y nada menos que el hermano menor de un antiguo novio de Ellen, ¡David Hooper!

Para colmo, Matt le revela a Ellen que sentía una atracción por ella cuando más joven y que esta andaba con su hermano. Posteriormente, la propia Ellen, acaso fuera para echarse una canita al aire o para sentirse aun segura de su femineidad y de que aun contaba con sex appeal, decide invitar a cenar a Matt, en una cita en la que se adivina una fuerte tensión sexual entre ambos que estuvo a punto de culminar. Como quiera que haya sido, la infidelidad no se llega a dar (fuera del pensamiento y la propuesta verbal), lo que embarga de culpa a Ellen más adelante, por haber estado a punto de engañar a su marido con este joven y encantador oceanógrafo.

Toda esta dinámica de relaciones no se menciona en lo absoluto en la película. De hecho, el propio Spielberg mencionó en alguna ocasión que la omitió por considerarla irrelevante en el desarrollo de la trama. Pero, bueno…

Sobra decir que Martin ya tenía sus sospechas y que la relación entre este y Matt Hooper se antojaba cuanto menos, incómoda, por no decir tensa. Hooper no deja de echarle en cara el hecho de que hubiera actuado de manera tibia y tardía al no cerrar las playas tras ocurrir las primeras tres muertes, a lo que Martin refutaba y respondía agresivamente a aquél, pues estaba el incómodo y amenazante asunto de la presión del alcalde Larry y de su gabinete, así como de los intereses que protegía, por no decir que lo que quería era salvar su pellejo, por encima de las pérdidas sufridas por familias, una madre y demás personas, víctimas indirectas del ataque del escualo. ¿Suena familiar a algún político o personaje de peso o influencia que alguno conozca? ¿Coincidencia? Lo dudo.

Tras la fallida apertura de las playas locales el 4 de julio (y con una cuenta hasta el momento de cuatro víctimas mortales), la celebración americana por excelencia, y a punto de cerrar trágicamente merced a una estúpida apuesta entre adolescentes y gracias a que Martin se encontraba cerca para salvar de ser devorado a uno de estos incautos jóvenes, la decisión es tomada: hay que acabar con el monstruo sí o sí. Y es aquí donde entra también en escena el tercer protagonista de este épico y terrorífico desarrollo: Quint.

Quint es un solitario y misántropo marino dedicado a la mar, casi se podría decir que casado con ella, a quien recurren cual si se tratara de un mercenario para acabar con el escualo y con quien chocarán las personalidades tanto de Martin como de Matt, particularmente con este último. Y dado que Matt dedica su vida a la investigación oceánica en tanto que Quint vive de él, con todo lo que ello implica, es decir, la matanza de algunas especies marinas para vivir de ello es lógico suponer que su relación no va a resultar nada fácil. Si ya de por sí la relación entre Matt y Martin se veía incómoda pues este sospechaba que andaba tras su esposa, aquél se veía doblemente atrapado entre el recelo del jefe de policía y el cínico desdén del solitario capitán del Orca, barquichuelo en el que pretendían encontrar y acabar con la temible criatura.

A diferencia del filme, donde tras embarcarse en busca del escualo una sola vez ocurre la serie de eventos que arrastran a nuestros protagonistas al clímax y al posterior cierre de la aventura, en la novela regresan al mismo punto donde se toparon con la bestia, que ya parece sentirse atraída ante la posibilidad de abatir a un digno rival, tres veces.

En una de esas ocasiones, Martin vuelve a su casa y parte de regreso al océano. Otro escualo, el alcalde, parece merodear el hogar del jefe Brody. Larry pasa a visitar a Ellen, despidiéndose de ella debido a que sus planes con la inmobiliaria han fracasado debido a los eventos causados por la bestia: está arruinado. Al mismo tiempo, hace saber a Ellen que pudieron haber tenido una vida juntos, que tenían más afinidades en lo social, en lo personal, pero que ya no podrá ser así: el hubiera…

Vaya, señora Brody.

Mientras tanto, nuestros héroes van a regañadientes (sobre todo Martin, dada su escondida pero evidente hidrofobia) de nuevo a enfrentarse a la bestia, la cual parece poseer una furia y fortaleza casi sobrenaturales. Y es que la verdad, en este punto, Martin parece más un testigo fortuito de las circunstancias que, dominando trabajosamente sus temores, llega hasta el final. Su comportamiento recuerda bastante al de otro personaje de otra novela épica, Frodo, en El Señor de los Anillos: tuvo la “fortuna” de presentarse ante semejantes hechos muy a su pesar y vivir para contarlo.

Sin dar más detalles, concluiré esta reseña agregando que, a diferencia de la adaptación llevada al cine, la cual tuve el gusto de ver por primera vez en mi vida en la pantalla grande este año en la bella compañía de mi enamorada, en la novela hay seis y no cinco víctimas. No diré más al respecto, pues es mejor disfrutar este relato, quizá el más icónico que le debemos a este apasionado del mar, Peter Benchley (1940-2006).



Es, sin lugar a dudas, Tiburón, más que una novela de temática marina o de horror o aventura; es la narración de la lucha que un simple hombre lleva a cabo contra grandes problemas que requieren no sólo valor, sino más importante aún, voluntad de tomar las riendas de la vida misma, esa que entre sus encantos el principal es ese: que los problemas nunca se acaban, pero que se resuelven y que los retos, siempre asoman en el horizonte, cual bestia colosal que eventualmente habrá que enfrentar se esté preparado o no, poniéndonos a prueba. Es esto lo que hace a un héroe destacar.

Aunque irónicamente, la mejor forma de saber si se está preparado es cuando no se está preparado.

Tonatiuh

Santiago de Querétaro, Qro. México. Lunes 17 de julio de 2023.

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