1,000 libros que leer antes de morir. Capítulo XXII: La Odisea.
Como en todo caso (o al menos en algunos),
hay siempre una excepción. Y este es el caso que aplica para uno de los
clásicos que su servidor pondrá a escrutinio de los ávidos lectores. Nada más y
nada menos que uno de los clásicos de la antigüedad que nos ha llegado desde
tiempos precristianos gracias a la pluma maravillosa y épica del invidente,
pero no por ello menos genial Homero.
¿Por qué trascienden su época estas
maravillas literarias, hecho que las vuelve clásicas, y siguen hoy tan vigentes
y presentes en nuestra mente, tan frescas como cuando fueron escritas, tiempo
atrás? ¿Qué las hace no sólo tan imprescindibles en nuestra biblioteca, en
nuestra mente? Simple: los obstáculos que sortea un hombre común, obligándolo a
pasar de ordinario a extraordinario. Detalles simples, pero detalles con los
que cualquiera (o no cualquiera) puede llegar a identificarse; detalles, ¡la
vida se compone de ellos!
Tras su heroico y sagaz desempeño en
la guerra de Ilión, Ulises se dispone junto con sus compatriotas a embarcarse a
su tierra natal, su patria chica, Ítaca, a reunirse con su familia. Pero el
destino tiene para él y sus acompañantes otros planes, planes que le harán el
regreso al hogar más complicado de lo esperado.
Baste recordar los subterfugios de Circe,
“la de ardides soberanos”, quien
quería quedarse con Ulises “por las buenas o por las malas”, como diríamos en
México. Y es que no es para menos, pues el intrépido marino, campeón de Ilión,
se ganó por mérito propio el corazón de la hechicera; nada sorprendente es el
hecho de que quería para sí al aventurero. Desventuras, sin embargo, son las
que les ocurrieron al resto de los dánaos, compañeros de Ulises, al ser
porcinamente transformados, ¡válgame la expresión! Léase entre líneas, para evitar
arruinar tramas… Arruinarlas más, quiero decir.
Las constantes intervenciones de los
dioses, bien sea para salvaguardar la integridad del héroe protagonista o para
plagarle de adversidades, se hacen patentes durante el transcurso de la trama. Ora
sea Atena
o bien el mismísimo Poseidón.
“Más entonces
Atena, por Zeus engendrada, le hizo parecer más robusto y más alto: los densos
cabellos le brillaron pendientes de nuevo cual flor de Jacinto.”
Homero: Odisea, Canto VI.
Y hablando de damas homéricas, no
olvidar a Calipso quien, a semejanza de Circe, quería robarle a Penélope
su marido… Uuupsss, ¡pequeño detalle que su servidor había pasado por alto
mencionar!
“Aunque
abrupta, sustenta valientes muchachos; no hay nada que se muestre de amable a
mis ojos igual que mi tierra; en sus cóncavas grutas, ansiosa de hacerme su
esposo, y asimismo la ninfa de Ea, la pérfida Circe, pretendió que, cautivo en
sus salas, casara con ella.”
Homero: Odisea, Canto IX.
¡Vaya que si era solicitado por las
damas el helénico caballero!
Más no olvidar que cuando se cree que
las cosas no pueden ponerse mal, hay que recordar: siempre se pueden poner
peores. Prueba de ello es el desafortunado encuentro entre Ulises y sus
compañeros con el infame cíclope Polifemo, barbárico hijo del dios Poseidón, quien
devora inmisericordemente a varios de éstos. Pastor de ganados y maestro
quesero que habitaba en una cueva, Polifemo es burlado astutamente por Ulises,
cumpliéndose en aquél la funesta profecía que le vaticinaba mal sino.
“¡Ay de mí,
que han venido a cumplírseme antiguos presagios!”
Homero: Odisea, Canto IX.
¡Y ni siquiera vamos a la mitad de la
trama, pues se trata de veinticuatro cantos! Esto es nada más para darse una
idea de la ordalía sufrida por Ulises y sus compañeros.
Mientras tanto, en Ítaca, la fiel
Penélope y su hijo esperan el arribo del héroe, pues ya la esposa de Ulises es
asediada constantemente por los “fatuos galanes” que, más que sólo interesados
por la fémina presa, parecen estar codiciando ávidos la rica hacienda, mientras
despilfarran, aprovechándose de la hospitalidad de sus anfitriones, la heredad
del hijo de Ulises.
Sobra decir que es una historia que
tiene de todo: drama, intriga, acción e incluso momentos de breve comedia que
alivianan la tensión de la trama. Ello y mucho más es lo que convierte a este
clásico, escrito hace casi veintiocho siglos, en vigente, epopeya presente en la
mente de quienes lo hemos leído, a grado tal que incluso se ha convertido en un
referente cultural mayúsculo en la cultura no sólo occidental, pero también
mundial. ¿Acaso no hemos mencionado alguna vez que, en aras de conseguir algo,
hemos atravesado innumerables obstáculos, es decir, que hemos vivido una
Odisea?
Es el astuto Ulises (Odiseo, en su
versión griega), el polytropos Odysseús, “Ulises
el de las muchas vueltas o muchos trucos”, el polytlas “muy sufridor”, polymetis, “muy astuto” y polyméchanos, “de muchos recursos”, el héroe que,
merced a su astucia y a una poca de asistencia divina (nunca está de más un
poco de ayuda), prevalece pese a los constantes obstáculos. Imposible es no
identificarse con sus hazañas, con sus fracasos que lejos de alejarle de su meta,
templan su carácter y galvanizan su determinación, transformándose en triunfos;
esto se torna una verdad indisputable particularmente entre quienes como
nuestro protagonista, han atravesado océanos de adversidad para conquistar sus
metas al final.
Es, en suma, una lectura magnífica.
“Referir
desventuras dejadas atrás es alivio para aquel que sufrió largamente vagando en
la tierra.”
Homero: Odisea, Canto XV.
Tonatiuh
Bibliografía:
- Homero. Odisea. © 1982, Editorial Gredos, S.A., López de Hoyos, 141, Madrid, www.editorialgredos.com © 2015, RBA Coleccionables, S.A., para esta edición. Impreso en España.
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