Mil libros que leer antes de morir. Capítulo XX: La Ilíada.

"Para mi hijo Juan Carlos, para su iniciación en los clásicos.
"Con amor, tu padre Claudio."

Así comienza la dedicatoria redactada por mi padre (Q. E. P. D.) en el soberbio presente que me diera en mi cumpleaños número trece...

Los años pasaron, como suelen hacerlo; las personas y lugares que su servidor frecuentaba y conocía cambiaron, como suelen hacerlo y yo, como era lógico y natural con el devenir del tiempo, cambié también. Más algo en mí nunca cambió: la curiosidad por conocer más.

Guiado por esa misma curiosidad y espíritu inquisitivo que me impulsaba a siempre saber más para conocer, entender y valorar mejor, veinticinco años después de guardar durante largo tiempo este clásico maravilloso e imprescindible en toda biblioteca que se respete, decidí darme a la tarea de leer la primer y más importante epopeya griega, uno de los pilares de la literatura no sólo occidental, pero  también universal: La Ilíada.

La mezcla de sentimientos encontrados a lo largo de la trama del sitio de Ilio, mejor conocida como Troya, más que girar en torno al capricho de un enamorado (en este caso Paris, hermano del príncipe troyano Héctor) de la seductora belleza de Helena, que vino a convertirse en el pretexto perfecto para que Agamenón invadiera la patria del rey Príamo y hacerse de esta forma del estrecho controlado por los troyanos, puerta de entrada al Asia y a Europa entre sí.

Sin embargo, más allá del obvio matiz político reflejado en la disputa que dio comienzo con el pretexto encarnado en la bella Helena, la amistad, la traición y la forma tan vívida en que eran descritas las batallas entre los aqueos (los griegos, aunque jamás referidos como tales en la obra) y los teucros o troyanos, el invidente Homero trascendió las eras sentando en este clásico imperecedero las bases para lo que serían las posteriores narraciones épicas en el mundo occidental. De ahí la importancia, no... El honor a quien honor merece; a Homero, por habernos legado consciente o inconscientemente un clásico como este sin el cual no habría posteriormente o hubiesen sido harto diferentes las narraciones épicas que le siguieron, desde la Odisea, pasando hasta la Eneida, las historias caballerescas medievales y de fantasía de autores muy posteriores. los relatos de aventuras con uno o más personajes entrañables y protagónicos, distantes entre sí por raza, tiempo y cultura, pero a quienes hermana un sentimiento en común: el de la narración de hechos fantásticos, de proezas como esta en la Ilíada que, de no haber sido contadas en forma tan magistral, hubiesen desaparecido sin pena ni gloria del inconsciente colectivo.

Y es que aún tratándose de arquetipos culturales conocidos y hasta reconocidos, se haya o no se haya leído este fantástico clásico, la Ilíada sienta las bases de esas batallas, no sólo en el campo militar, pero también en el campo de la mente de los protagonistas, quienes no pueden ser descritos simple y llanamente como buenos o malos, sino a través de esa complejidad que los grises matices emocionales les dotan a su proceder. ¿Es esto correcto? ¿Qué debo hacer? ¿Será recordado mi nombre?

Los dioses olímpicos, desde el Cronida Zeus, "el que junta las nubes" hasta la sabia y valiente Atenea, el lanzador de saetas Apolo, entre otros, son partícipes en la toma de decisiones dentro y fuera del campo de batalla, tomando partido en distintos momentos inspirando, susurrando e incluso materializándose en avatares mortales, afectando con ello el resultado en los diferentes encuentros. Es de destacar también la complejidad psicológica de los dioses helénicos, poseedores de un amplio abanico de emociones y acciones tanto nobles como altamente cuestionables, a semejanza de sus mortales creaciones, los hombres.

El lector encontrará, sobre todo si vio la versión fílmica de la Ilíada (Troya) dirigida por Wolfgang Petersen en 2004 (parte de la cual se grabó en México, por cierto), serias "inconsistencias" entre la obra literaria y su adaptación al celuloide. Una de ellas es, por ejemplo, el cinismo retratado de Agamenón, así como su poco aprecio a su hermano Menelao, quien perdiera a Helena en brazos de Paris, desencadenando el conflicto; en la obra literaria, las cosas son bastante diferentes. El trágico destino de Patroclo, el amadísimo primo del Pelida (hijo de Peleo) Aquiles "el asesino de hombres", fue de hecho causado por ¡el propio Aquiles!

A todos consta como acabó aquello, pero la realidad es que, el acontecimiento de la penetración a los muros de Ilio con el enorme caballo de madera fabricado por los aqueos, ¡ni siquiera es mencionada en la Ilíada, sino en una obra posterior, la Odisea, atribuida también al propio Homero! Otros de los hechos atribuidos a la Ilíada, merced a la adaptación fílmica ya mencionada, son de hecho narrados de forma casi inmediatamente posterior en otra obra, la Etiópide...

Oh, Wolfgang Petersen, ¡qué has hecho!
No, para nada. La verdad es que yo también vi la versión fílmica y la disfruté. Pero no hay que olvidar que las adaptaciones fílmicas son sólo eso: visiones diferentes de una misma obra maestra, respetando (o así debiera ser) la visión original y compartiendo ese mensaje de proezas, de amistad, de conquistas y de debacles internas que hacen a estos clásicos imperecederos e inolvidables.

 La narrativa de la Ilíada, que a ojos del lector moderno sorprende por el exagerado uso de epítetos y demás "adornos" literarios, maravilla a la vez que atrapa a quien la hojea y responde a las preguntas que inconscientemente algunos nos habremos hecho más de una vez: así que, ¡de aquí sacaron su inspiración los autores posteriores para crear obras épicas tan maravillosas y memorables como El Mío Cid, la Saga de los Nibelungos, o incluso tan recientes y aparentemente dispares en cultura y tiempo, como el Señor de los Anillos! 
Es ese algo extra que esta obra tiene, ese mensaje que subyace en las líneas escritas tan excelsamente por el aedo inmortal, Homero, de triunfar a pesar de la adversidad o de seguir adelante, pese a la obviedad del destino que a uno aguarda, lo que hace inmortal a esta maravilla literaria escrita en veinticuatro rapsodias o cantos.

Una sola palabra, en el amplio sentido etimológico de la misma, describe a esta obra cumbre de la literatura helénica: divina.

"La muerte está cerca y no puedo evitarla. Mas no quiero morir de forma cobarde y sin gloria, sino haciendo algo grande que admiren los hombres futuros."
Homero: La Ilíada. Rapsodia vigésimo segunda

Tonatiuh

Bibliografía:
  • Homero. La Ilíada. (c) 1992, Editorial Limusa, S.A. de C.V. Grupo Noriega Editores.
  • Homero. Ilíada. (c) 2015, RBA Coleccionables, S.A., para esta edición. Editorial Gredos.

Nota adicional: las ilustraciones (la primera y la última) incluídas en esta reseña son obra del artista Washington Rodríguez, y son propiedad del editor, de la versión de Grupo Noriega Editores, específicamente.


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