Reflexiones maldosas, pero netas de la vida. Capítulo tres: Día de Muertos y "Halloween".

 Ah, el Día de Muertos...
Quizá la celebración que más nos distingue como cultura, como nación, por lo menos fuera de México.

Cada cultura, cada pueblo, país o conjunto de países comparten entre sí un legado cultural que le distingue, sin separarlo de la diversidad que constituye la gran familia humana. México no es la excepción: el mexicano se burla de la muerte, pero a la vez, le tiene respeto... O eso pensamos o decimos algunos mexicanos; la realidad es que, en el fondo, a todos nos da un poco de temor la idea de dejar este mundo, hasta al más cínico o valiente. Mientras más lo niega uno, más cierto es. Es, sin embargo, parte de la naturaleza humana temer lo que no se comprende en su totalidad, lo que no se conoce de cierto.
En nuestro país, la tradición del Día de Muertos se remonta a tiempos prehispánicos, cuando nuestros ancestros mesoamericanos rendían culto a sus ancestros, a aquellos que se habían quedado en esta vida a mitad de camino, guardando tras solemnes ceremonias y cumplir con ritos funerarios solemnes, los restos del ser amado. Singular paralelismo guarda esta celebración con el culto a los antepasados realizado por varias culturas de Oriente, tales como la japonesa o la china, que casi coincidían en cuanto a fecha de celebración.

Luego, España llegó con la católica tradición (e imposición) del Día de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, pero lejos de eliminar la costumbre, simplemente se movió la fecha para que coincidiera con la católica tradición, dando así origen (merced a la mezcla de tradiciones mesoamericanas, europeas e incluso africanas) al Día de Muertos mexicano.

Sin duda la riqueza cultural y diversidad de temperamentos, climas y demás aportaron su toque particular a esta magnífica, solemne y conmovedora celebración que se antoja "agridulce", por decirlo así. Agria por el pesar (pues siempre duele, en mayor o menor medida) que deja el vacío de aquel o aquella que se ha ido de nuestras vidas a otro plano y dulce por que la misma celebración pretende resaltar la memoria de los buenos recuerdos, presentes humildemente en las ofrendas, del ser amado que ha partido del mundo de los vivos. La fotografía, la imagen religiosa, la sal, el agua, los objetos y platillos que al difunto le gustaban en vida, el papel de China picado con calaveras que emulan de forma chusca a la muerte como parte de la vida, así como las imprescindibles flores de cempasúchil (la flor de los veinte pétalos) son algunos de los elementos que no pueden faltar en todo altar que se respete.

Pero como todas las cosas cambian, en un mundo que merced a la globalización se vuelve cada vez más "uniforme" (sin serlo, sobre todo en cuanto a oportunidades o igualdad de derechos se refiere), es inevitable dejar de lado la asimilación e incluso la intromisión de elementos culturales o afines en el mejor de los casos, o ya de plano, completamente diferentes. Y encabezando la lista moderna de países globalizantes (válgame la expresión) o globalizados, está el vecino país del norte, Estados Unidos; nuestros "buenos" vecinos.

Si bien no surgió ahí la celebración de la Víspera de Todos los Santos (Halloween, Hallows Evening, por su significado en inglés), pues la misma no es ni siquiera anglosajona, lo que descarta el pretexto de descargar la culpa con los primitos ingleses de los yankees, la misma es de origen (me pesa admitirlo) celta. Irlandés, por más señas. Y digo que me pesa, pues me caen súper bien los irlandeses, ¡ni modo, algún defecto tenían que tener (es broma, claro)!

Previo a la llegada del Cristianismo a la Isla Esmeralda, los druidas, sacerdotes y magos de los pueblos celtas, celebraban en esa noche al dios de la muerte, Samaín. Este abría las puertas del mundo de los muertos sólo en esa noche del año, dejando salir a todos los espíritus de los muertos y a todos los espectros, buenos y malos, por esa vez. Para evitar a los malos espíritus, los druidas preparaban enormes hogueras, danzando y cantando toda la noche, tras realizar numerosos rituales. También para ahuyentar a esos malos espíritus, la gente de los pueblos y villas colocaba a la entrada de sus casas huesos e imágenes espantosas con la idea de ahuyentar a esos (como diríamos en México) "espíritus chocarreros".

Llegó el Cristianismo a Irlanda y la tradición se "disfrazó"mediante la institución de la fiesta de Todos los Santos, trasladada a la víspera de la misma... Y todo cambió. Ya no se le rendía tributo a Samaín, suplicándole que no dejara entrar a los malos espíritus al mundo de los vivos, pero siglos más tarde, se creó como pretexto para espantar, disfrazarse (poder ser alguien más) y pedir y dar dulces. Llega el siglo veinte y la oportunidad de espantar, pasar un buen rato, así como escandalizar a grupos religiosos extremistas (católicos y sobre todo, protestantes) se incrementó con el advenimiento del cine de horror; más ahora con la reciente "fiebre" de zombies que inundan las calles incluso de ciudades mexicanas y Querétaro no es la excepción. Con respecto a los grupos religiosos, el pretexto de no inmiscuirse en el mentado "Halloween" es no festejar "el cumpleaños del Diablo"... Simple ignorancia cultural.

The Yankees are coming! The Yankees are coming!
Los padres de familia modernos, lamentablemente, lejos de salvaguardar las tradiciones típicamente mexicanas, las buenas, que nos distinguen como Nación, poco hacen por aliviar la situación: bien sea que visten a sus hijos de momias, zombies, brujas y demás, o si se trata de jóvenes o adultos, cumplen con la "norma" social, asistiendo a... ¡Fiestas de disfraces! Si bien la intención es divertirse y convivir, la verdad es que, habiendo todavía puristas tradicionales como su servidor, poco ayuda a desarrollar sobre todo en los más jóvenes, una consciencia cultural definida: todo lo contrario.

Bien cierto es que, no hay familia mexicana que no cuente entre sus miembros con algún familiar o conocido que viva o trabaje en los Estados Unidos. Y de ahí pa'l real, como dicen en mi rancho, la avasalladora avalancha "cultural" de los gringuitos, con su "Jalogüin". Ah, ¡pero no faltan los vivillos que disfrazan el "Jalogüin" con su "¿me da mi calaverita?! Y obviamente, no faltan los cínicos perdidos que dicen ¡queremos Halloween! ¡Ahorita te doy tu calaverita!

Respecto a las familias, no faltarán quienes se escuden tras el pretexto de estar casados con un o una estadounidense, que celebran ambas festividades, que hasta la "sangrienta" revolución, que qué tiene de malo que lleve a mis niños a pedir calaverita, que es sólo un pretexto para socializar con los cuates, que yo no pertenezco a ninguna bandera, que yo soy ciudadano del mundo, que la madre de los etcéteras y demás hierbas... No olvidemos, queretanos, la proliferación de máscaras de monstruos, de brujas de dulce y demás gringaderas (¡jajaja!), ¡en las ferias o exposiciones que se suponen son alusivas al Día de Muertos, como la Feria de Todos Santos! Y párele de contar. O como quien dice, "desde que se inventaron los pretextos, se acabaron..." Bueno, etcétera.

Si bien es cierto que incluso en una época tan llena de cinismo, de ambivalencia moral e incluso de hipocresía en una sociedad mexicana actual en la que se contradice el continuo hallazgo de fosas clandestinas donde se deshacen de los muertos cual si fueran peor que basura en un país que culturalmente se precia de honrarlos, otra forma de honrar a los que nos han dejado es un comportamiento correcto en todo, empezando desde casa. Y parte de esa formación llamada educación que recibimos desde la misma casa implica también la preservación de nuestras costumbres, las que valen la pena, las que reúnen a las familias, si bien no de forma física, si en lo espiritual y en lo mental a través del recuerdo, a través de la conservación de nuestras tradiciones, los altares, las ofrendas, las Catrinas, ¡tenemos tanta variedad cultural como Nación, que es nuestro deber no sólo preservarlas para nosotros, sino compartirlas con el resto del mundo! Por ello es que desde hace trece años la UNESCO designó la celebración mexicana del Día de Muertos como Patrimonio Cultural inmaterial. Nada mal, ¿eh?

Ya pa' no marear tanto a la raza, he aquí la principal diferencia entre ambas festividades, pa' acabar pronto:
  • El Halloween pretende (desde sus orígenes precristianos) asustar.
  • El Día de Muertos, si bien tiene el matiz sarcástico mexicano, pretende honrar de manera grata a quienes ya no están ni con nosotros, ni en esta vida.


Así de fácil, diría el José José...
Hasta la próxima.

Tonatiuh

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