De paseo por el sureste

México es mi casa; pero Latinoamérica es mi patria.

En esa frase puede resumirse mi sentir respecto a mi identidad. Ojalá esto fuese cierto para muchos otros de mis paisanos, pues entre latinoamericanos compartimos un legado cultural, racial y hasta religioso muy similar.
Pero nuestro continente es tierra indígena, eso ni que dudarlo. Tuve la oportunidad de viajar en diciembre del 2010 por el sureste de México y estar unos instantes en nuestra tierra hermana, Guatemala. Antes de ello San Cristóbal de las Casas, San Juan Chamula, Amatenango del Valle, Cascada El Chiflón; la variedad de climas que ofrece Chiapas parece inagotable.
Sin embargo, uno de los momentos más memorables de este recorrido para mí fue cuando después de recorrer la maravilla natural que constituyen las Lagunas de Montebello, atravesamos la frontera (ficticia para mí) que divide a México de Guatemala. Sin necesidad de pasaporte ni Visa, me interné apenas a la antesala del país maya por excelencia. Cuando estuvimos por pasar la frontera, uno de los guías nos dió la bienvenida, agradeciendo nuestra presencia, por las inminentes entradas económicas que supone la presencia de turistas, al tiempo que nos pedía que tomáramos cuanta foto y video quisiéramos para probar al mundo y a su presidente el abandono en que tenían en esa zona fronteriza a estos hermanos chapines. Ese patético reclamo ante las autoridades, ante los paseantes desconocidos y ante la vida misma, resumía para mí la paupérrima situación en que hasta la fecha viven varios de nuestros hermanos latinoamericanos. Se ha avanzado, sí, pero aún queda mucho por hacer.
Unión es fuerza y a mi modo de ver, debiéramos empezar por tener entre nosotros (los latinoamericanos) en este continente una política de puertas abiertas. Es tan poco el amor como para andarlo desperdiciando en celos.
Vistosas artesanías, quetzales, morrales y simpáticas máscaras y gorros, así como los chicles de cardamomo, fueron algunas de las curiosidades que se ven en esta antesala de nuestro hermano centroamericano. Ciertamente que dejé el sureste de mi patria con algo más que curiosidad y gusto por artesanías peculiares; con una lección de lo que debería ser una mejor relación entre nuestros países y mayor conciencia de nuestras numerosas similitudes, que pesan más que nuestras diferencias, malos entendidos y nuestras fronteras ficticias.

Definitivamente volveré algún día, a recorrer los senderos de nuestros ancestros mayas, pues desde sus ruinas, otrora grandes urbes, los grandes reyes del pasado nos observan y nuestra gente no pierde esperanza en un futuro mejor, apoyados en la base de un pasado glorioso.


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